Una de las principales aportaciones de Friedrich Hayek (1899-1992) es su análisis crítico de la democracia representativa moderna. De hecho, su obra Derecho, legislación y libertad puede ser considerada como una crítica liberal al sistema democrático predominante en Occidente, corrompido por la partitocracia y el consenso socialdemócrata.

De entre todas las cuestiones analizadas por Hayek en este libro, quizá la que reviste más actualidad hoy sea la manifiesta y patente debilidad de los gobiernos democráticos ante el chantaje de los grupos de presión y las minorías cuyo apoyo deben recabar para mantenerse en el poder. Gran parte de los argumentos a favor de la democracia se han basado en la posibilidad de una deliberación pública sobre el bien común, que conduce a un acuerdo racional sobre lo que resulta mejor para todos. La experiencia, sin embargo, es bien distinta. En la práctica, las medidas aprobadas por el gobierno no responden a una opinión mayoritaria sobre lo que es justo, sino a la necesidad de satisfacer los infinitos intereses particulares minoritarios que sostienen al gobierno. En última instancia, ello es resultado, según Hayek, de una concepción viciada según la cual los gobiernos deben gozar de poderes ilimitados para eliminar todas las causas de descontento en la sociedad.
Las palabras de Hayek son demoledoras:
"Corrompido y al mismo tiempo débil: incapaz de resistir a la presión de los diversos grupos que lo integran, debe hacer todo lo que está en sus manos para satisfacer sus deseos, pues necesita su apoyo, por más dañinas que estas medidas sean para los demás [...]. El gobierno, a pesar de ser muy poderoso y opresivo, a pesar de poder vencer toda resistencia de la minoría, es absolutamente incapaz de seguir una política coherente y va dando bandazos como una apisonadora guiada por un borracho. Si ningún poder judicial superior puede impedir al cuerpo legislativo conceder beneficios a grupos particulares, no tendrán límite los chantajes a que el gobierno podrá verse sometido" (negritas mías).
¿A qué nos recuerda esta perversión de la democracia en nuestra España de hoy?

Comentarios
Publicar un comentario